Jorge Gil: las joyas del escultor

Permeadas por el dinamismo de la vida moderna, las esculturas y joyas del artista cubano Jorge Gil conservan el hálito perfeccionista, pertinaz y quimérico de su creador. El titanio es un metal relativamente nuevo en la orfebrería, casi no tiene historia y Gil nos está ayudando a escribirla con sus genuinas piezas.

Al apreciarlas nos asaltan interrogantes como: ¿Qué existe en una escala? ¿Cuál es la diferencia entre una pequeña escultura corporal y la misma sobredimensionada? En su proceso las obras del maestro, únicas, exóticas y valiosas, soportan golpes rigurosos, pues son remachadas, esculpidas, texturizadas y forjadas.

El creador se las ingenia para escapar de las soldaduras y hallarles soluciones dentro de las cualidades del metal. Cada día es un nuevo duelo. En Alemania, donde existe gran tradición en diseño de joyas, fue seleccionado recientemente entre los 32 artistas del mundo para optar por su emblemático premio anual de diseño.

De igual manera, sus anillos han sido referenciados en Showcase 500 Rings: New Directions in Art Jewelry (500 Series), publicación estadounidense sobre los mejores anillos del orbe. Desde el 2012 tiene a su cargo la realización del Premio Coral del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y ha sido el único artista de Cuba incluido en I Love You Design Jewelry and Accessories, primer catálogo de joyería editado en China.

Ya son casi 20 años en la conquista del titanio, que una vez doblegado se muestra bondadoso y permite ser coloreado a través de calor o por procesos electrolíticos para mutarse en una serie de joyas que escapan a los cánones y términos convencionales. La sencillez, la audacia y la innovación, quedan traducidas, entonces, en pequeñas obras que pueden vivir sobre la piel: las genuinas joyas del escultor.

Tal y como ha sucedido en otras expresiones artísticas a lo largo de la historia, al observar su trabajo, el espectador se percata de que el creador se ha apropiado de influencias cubanas y foráneas de cualquier época, para consolidar su estilo y encontrar su propio código materializado en piezas únicas y valiosas.

Su obra carece, por otra parte, de antecedentes en nuestro medio, pautado por la sobresaturación, en los últimos tiempos, de una artesanía desprovista de asideros patrimoniales y estéticos. Irreverente, transgresor y experimental, desde que el maestro Osvaldo Castilla le obsequió el primer trozo de titanio, este artista comenzó a doblegarlo; es un metal duro y obstinado, pero no más que el creador.

“Uno no puede llegar al titanio sin pasar antes por los metales tradicionales”, expresó a OnCuba Jorge Gil, quien se autodefine como un artesano a ultranza, diseñador y dibujante mecánico.

¿Qué vio en el titanio que lo eligió para desarrollar su obra?

El titanio es el protagonista indiscutible de mi propuesta, puedo combinarlo con piedra, madera o con otro material, pero este siempre desempeña un rol preponderante. Su soldadura es válida y posible, aunque prefiero valerme de técnicas más primitivas, las mismas que permitieron a la humanidad crecer hasta nuestros días.

Trato siempre se mantener intacta su estructura molecular y de encontrar, mediante otros recursos, las soluciones sin puntos de soldadura. Yo no hubiera podido llegar al titanio si no hubiera tenido el ABC que se adquiere con los tratados de los metales tradicionales, que me dieron la posibilidad de aprender con ellos y experimentar, incluso de manera autodidacta.

Castilla, uno de mis maestros, quien siempre me vio como un experimentador, hizo que me enamorara de este metal que solo conocía por catálogos y revistas. Aun sigo experimentando con sus bondades y dificultades. La muerte me va a sorprender tratando de llegar a su alma, aun no le he hecho, pero al menos cada día me despierto a las 5 de la mañana para intentar dominarlo, siempre es un combate. Ahí fue donde empezó todo, en mi taller, innovando.

El titanio constantemente me va retando, con tanto tiempo le he ido encontrando soluciones que permiten que fluyan algunos procesos que demoran 20 años aprenderlos. Es un metal que me ofrece las bondades que no supe aprovechar con la pintura en su momento.

¿Cuánto influyeron sus estudios de pintura en Academia de Bellas Artes de San Alejandro en la concepción de sus piezas?

Estudié pintura de manera errada, ahora es que intento pintar algo, pero la pintura me abrió las puertas a la escultura y me ayudó en la composición, en el diseño y en la poesía que cada pieza encierra. Me pasaba más tiempo en el aula de los escultores explorando las dimensiones y los volúmenes.

Hablemos de las joyas del escultor, esas esculturas que pueden habitar sobre la piel…

Las personas no se dan cuenta cuando ven en tu dedo un anillo que si le das tres metros de envergadura puedes caminarle por el centro a esa sortija. La escala es relativa, solo tienes que establecer la mirada y eso trato de demostrar con mis creaciones.

Uno no puede vivir como si la belleza no existiera por lo que es imposible sustraerse al encanto que emana de sus joyas, únicas en su tipo y en su factura, con diseños, caprichosos y exóticos. En la composición de sus piezas se evidencia un marcado interés por destacar lo formal, resaltando la volumetría, el color, los matices y las texturas insospechadas que brinda el titanio.

Fuente: OnCuba

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